ESPAÑA
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COLUMNA DESVIADA

Los Reyes en Italia y la 'vendetta' de Paiporta

La filtración del reproche a Felipe VI por no ir a Notre Dame cuando ya había iniciado su visita de Estado a la Italia de Giorgia Meloni una forma de decirle que aquí nadie se salta el muro

Los Reyes, durante su visita a Nápoles
Los Reyes, durante su visita a Nápoles
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Los Reyes de España acudieron a Paiporta a consolar a los deudos, atender a los afectados, desasosegar a la población y desmentir un eslogan. «Sólo el pueblo salva al pueblo» era un contenedor dialéctico que almacenaba un arsenal de populismo, demagogia y oportunismo bajo el celofán de la solidaridad antisistema. El éxito de la proclama en los días de caos multiplicó la percepción de vacío político, de espantada del Estado. La presencia de Felipe VI y la Reina Letizia lo desarticuló.

Aquel brote fue bautizado como la «antipolítica» después de correr viral por el lodo de los cachorros de Vox, los rojipardos, los magufos, los influencers y los trincones. El secreto de su notable impacto residía en que tenía cierto anclaje con la realidad. El discurso que emitían los responsables de la administraciones central y autonómica era de tan baja calidad y tan elevada indolencia que hacía verosímil la sensación de ausencia de autoridad.

El Rey confesó en sus audiencias posteriores al tumulto el tormento y la alarma que le había provocado aquel eslogan y todo lo que llevaba detrás. Lo pudo hacer sin traicionar a nadie porque se lo había dicho a la cara a Pedro Sánchez y Carlos Mazón. «Hay que garantizar que el Estado en toda su plenitud está presente», les advirtió en su visita al Centro de Emergencias con el rostro aún embarrado. No sólo que estuviera, sino que los ciudadanos lo notaran.

Bajo su reinado, el hijo de Juan Carlos I ha enmendado el significado del término «borbonear», que se asociaba al zascandileo político de la Corona para influir en las decisiones de los partidos con fines no siempre ajustados al interés público.

En su discurso de proclamación, Felipe VI se comprometió a «favorecer el ordenado funcionamiento del Estado y ser cauce para la cohesión entre los españoles». Este mandato unido a la necesaria transparencia le dotarían de «autoridad moral». El borboneo quedó redefinido así como la intervención política de la Corona -sí los Reyes hacen política- que sirviera de vacuna frente a la división y en favor del interés común.

El contraste de este ejercicio con la polarización que exhibió el poder político en Valencia elevó el reconocimiento del papel de la Corona, pero también la desafección con el Gobierno. Y la venganza la estamos viendo en estos días con el reproche al Rey por su ausencia de Notre Dame.

Es posible que la Casa Real haya cometido errores -sí, estos reyes también yerran- como son no valorar correctamente la visita o no comunicar la renuncia al Ejecutivo. Y también es posible que el ministro de Exteriores haya permitido la consumación del patinazo para cobrarle algún atraso.

La filtración del desaire a Felipe VI cuando ya había iniciado su visita de Estado a la Italia de Giorgia Meloni es una forma de decirle que aquí nadie se salta el muro y que su lugar está en una jaula de oro.

Al tiempo que José Manuel Albares ejecutaba la vendetta, el laboratorio de disociaciones cognitivas de La Moncloa anunciaba los fastos para ligar el cincuentenario de la muerte de Franco con la recuperación de las libertades. Pero la libertad no llegó con la muerte de Franco, a quien la dictadura sobrevivió dos años, sino con la Constitución, un anatema para los compinches del muro. Por eso hay que falsear el calendario y reñir al Rey.