El rey Felipe VI acaba de inaugurar el XVIII Congreso Nacional de la Empresa Familiar, que este año se celebra con el lema Crecimiento y creación de empleo. Arranca este encuentro anual dominado por las corbatas y los apretones de manos (la presencia de las mujeres sigue siendo mínima en el año 2015) que tuvo su prólogo en la noche del domingo con la visita al museo Guggenheim y a la exposición de Jean-Michel Basquiat. El artista neoyorquino, que viste hoy la planta tercera del museo bilbaíno con la tensión de sus inicios con el graffiti llevada a  lienzos, pergaminos y cajas, puede que acabe siendo el grito más estridente que quede de este encuentro guiado por la más absoluta corrección política.

Una corrección que no ha impedido que, a primera hora de la mañana durante la mesa redonda de la industria, la energía y la competitividad, hayan surgido las primeras críticas a la falta de previsión de los gobernantes a la hora de crear unas infraestructuras adecuadas para el transporte de mercancías y lograr unos precios de la energía competitivos. Eso sí, críticas que han sido rápidamente endulzadas señalando a la sociedad por no forzar que sus gobernantes se preocupen más por la industria y menos por hacer kilómetros de AVE.

Porque exportar cuando Alemania o Francia se apresuran a frenar cualquier intento de las energéticas de sus respectivos países por encarecer la electricidad o cuando tienen unas infraestructuras pensadas para transportar las mercancías al exterior es complicado, y no todo lo puede la devaluación interna a base de recorte de salarios, han venido a decir.

Y es precisamente las exportaciones lo que hay que potenciar, ha dicho el Rey. El Jefe del Estado ha elogiado el papel del Instituto de la Empresa Familiar y ha destacado el cambio “en el patrón de crecimiento de la economía española”. Exportar, ha venido a decir, es clave y hay que seguir ahondando en ese camino. “Sólo en los últimos seis años se han elevado las exportaciones en 12 puntos del PIB y se ha ampliado el número de empresas exportadoras españolas en un 50%. Es preciso profundizar en este patrón de crecimiento y, en ello, las empresas familiares podéis ser decisivas”, ha comentado el monarca en su discurso inaugural.

En un contexto económico en el que es la demanda interna la que está tirando con fuerza del crecimiento del PIB, el Rey ha defendido que “cuanto mayor sea el número de empresas exportadoras y más amplia, también, la diversificación geográfica de esas exportaciones, mayor será su aportación al PIB y a la creación de empleo en la economía española. Todo ello dará una mayor fortaleza a la economía y por tanto una mayor capacidad de resistencia y superación ante cualquier potencial crisis”.

Menos AVE, más mercancías

Exportar es sinónimo de competir. Competir: igualar a otra cosa análoga, en la perfección o en las propiedades. España se metió en la crisis y, viendo que se le caía la demanda interna arrastrada por el desempleo, decidió que había que empeñarse más que nunca en crecer desde fuera. Con un euro fuerte por el empeño hasta no hace tanto del Banco Central Europeo (BCE) se puso toda la carne en el asador de la devaluación interna, recortar salarios para competir por precios. Los empresarios, en lo que a este aspecto se refiere, están satisfechos, han reconocido los primeros en intervenir en el XVIII Congreso Nacional de la Empresa Familiar, en concreto el vicepresidente y consejero delegado de la Farga, Oriol Guixà; el presidente de Cie Automotive, Antón Pradera, y el director corporativo de Iberdrola España, Fernando Becker.

Según este último, “los diferenciales de salarios con el exterior se han estrechado hasta niveles del 15%. Hemos aplicado una devaluación interna muy intensa. Las empresas para superar la crisis se han ido fuera y han ganado cuota de mercado, lo que quiere decir que tenemos un país productivo y competitivo”.

Pero en el camino nadie se ocupó de otros dos factores que eran igualmente determinantes para lograr ser competitivo: el transporte de mercancías y el coste de la energía.

El desarrollo del tren de alta velocidad, el AVE, ha sido el objetivo principal de los gobiernos, por “un criterio basado mucho más en la rentabilidad política que en la económica”, ha dicho Guixà, quien luego ha vuelto rápidamente a la vía de lo políticamente correcto añadiendo que “la culpa no la tiene el gobernante sino la sociedad, que no es exigente con los gobiernos para que se desarrolle la industria”.

El AVE permite “ir a Valencia a comer una paella”, que está muy bien, ha dicho Becker (Iberdrola), pero “en contrapartida no estamos desarrollando el eje del Mediterráneo, que daría una vida importante a todos los puertos para desarrollar el tránsito del extremo oriente a Europa, las fábricas de automóviles en Valencia, la fruta de Murcia”, ha comentado Guixà (la Farga). Antón Pradera (Cie Automotive) ha elevado la misma queja sobre las infraestructuras pero en su caso ha echado la culpa directamente al empresariado: “La industria no ha sabido vender qué tipo de infraestructura es la que necesitaba. Es un pecado nuestro no haber conseguido que las autoridades nos entiendan”.

El coste de la energía

Con dos empresarios industriales y uno del sector energético en la mesa, tocar el tema del coste de la energía en España anticipaba algún roce que quedó en que todos están de acuerdo en que en este país la electricidad es muy cara aunque cada uno le eche la culpa a un empedrado diferente.

Para Becker, la causa está en ese más del 50% de la factura que son costes ajenos a la electricidad (las primas a las renovables, impuestos, etc.). Olvidó Becker comentar que el déficit de tarifa sí tiene y mucho que ver, puesto que nació por el reconocimiento a las eléctricas de una deuda por cobrar la electricidad a un precio por debajo de sus costes de producción.

Guixà no quiso tampoco señalar a los culpables pero, siendo la suya una empresa dedicada al cobre, en la que “el 20% de los costes son energéticos, por encima incluso de los gastos de personal, resulta muy difícil competir con los alemanes o franceses. Ellos han protegido a la industria. Los precios de la electricidad en Alemania son un 20-25% por debajo y no digamos en Francia que están 25% a 30% por debajo. En esa misma línea, Pradera (Cie Automotive) ha señalado que “la industria española sufre mucho por el tema energético porque gobiernos como el de Francia y Alemania reaccionan mucho más rápido contra subidas del coste”.

Noticias relacionadas